La responsabilidad social del oficio de periodista (I)
He dedicado toda mi vida al oficio que más me gusta. No sé si llamarlo vocación. En todo caso, sí que lo he hecho con plena dedicación, como exige el complejo mundo de la comunicación. Desde los 14 años hasta hoy, he tenido el privilegio de trabajar y ganarme la vida en la radio y en la televisión como periodista y, durante muchos años, de forma simultánea, dirigiendo y presentando informativos y programas vinculados a la actualidad. Hoy que sigo plenamente activo como periodista (de hecho, pienso que nunca se deja de serlo cuando se lleva dentro), he abierto mis expectativas profesionales también hacia otros aspectos de la comunicación, en un sentido mucho más amplio.
Actualmente desarrollo mis propios proyectos de comunicación. Y lo hago desde mi empresa, con un equipo de personas muy competente. Ahora, mis jefes son mis clientes. Y nuestros proyectos no van dirigidos solamente a los mass media, sino que intento aportar mi experiencia a otros campos de la comunicación, como la consultoría o la formación en habilidades comunicativas, además de la producción de contenidos gráficos, audiovisuales o digitales.
Me apetece mucho, en el inicio de este 2016, reflexionar en voz alta sobre el oficio de periodista, un ejercicio necesario que practicamos muy poco y que pienso que debería de formar parte de nuestra agenda de trabajo con mucha más frecuencia. Y, más aún, en unos momentos como los que nos ha tocado vivir, con escenarios que cada vez cambian con más rapidez.
Querría destacar, desde un comienzo, precisamente esto: que vivimos en un momento de cambio. Que miramos atrás y nada de lo que veíamos de nuestro ayer se parece a aquello que somos hoy. Una buena parte de ciudadanos tiene aún memoria visual de cosas y de costumbres que no habían canviado desde los tiempos de los romanos: la recogida del trigo, el transporte con caballerías, la fabricación de carbón en el bosque... Para una buena parte de estos mismos ciudadanos, los últimos sesenta años -la segunda mitad del siglo XX- ha sido la época en que su familia ha tenido, por primera vez, acceso a un coche, a una casa en propiedad, a un voto, a la universidad, al divorcio, etc... La importancia de los tiempos de cambio radica en el hecho que, cualquier mirada hacia atrás legitima, de alguna forma, todas las posibles miradas hacia el futuro.
Pero el futuro no es, en si mismo, un valor indiscutible. En unos cuantos decenios, hemos pasado de la fascinación incondicional hacia el futuro (mañana todo irá mejor) a una cierta desconfianza (el miedo al mañana). Han contribuido en ello, decisivamente, la aceleración de la vida y la divulgación masiva e instantánea de los acontecimientos. ¿Que nos depara el mañana? Me complace avanzar que, justamente este, el de proyectar escenarios de futuro a partir de la realidad y el conocimiento actuales, es el eje principal de un nuevo programa de televisión producido por UNDATIA para Televisió de Catalunya, que espero que vea la luz este 2016 y sobre el que hace ya mucho tiempo que estamos trabajando.
Hablaré más adelante en este blog, incidiendo en otros aspectos sobre la responsabilidad de nuestro oficio como periodistas hacia el conjunto de la sociedad.